El pasado viernes 21 de diciembre llego a las carteleras de nuestro país el nuevo producto de la factoría Ghibli. En esta ocasión la dirección corresponde a Goro Miyazaki, hijo de Hayao Miyazaki, mito viviente de la animación. Al director de Cuentos de Terramar se le nota el talento que corre por sus venas pero todavía algo (que es mucho) para conseguir el efecto que logra su padre cuando cuenta alguna historia, supongo que ese algo será experiencia, pues cabe recordar que este es el primer largometraje de Goro Miyazaki como director.
La película es una adaptación basada en el tercer libro de la serie Terramar, La costa más lejana, escrita por Ursula K. Le Guin, y cuenta la historia de cómo el mundo dominado por la magia cae en decadencia. Como consecuencia de esto los dragones empiezan a entrar en el reino de los humanos, fenómeno que hará que Ged, reputado mago investigue la causa de este suceso.
Siendo benevolentes y teniendo en cuenta múltiples factores, como son; el debut y la alargada sombra de su padre, podríamos catalogarlo como un producto aceptable y sin grandes alardes, cuidado formalmente (excelente la música que lo acompaña, de hecho es lo único destacable), pero esto es siendo benevolente pues también podemos hablar de una historia débil, que presenta vacíos narrativos y por consiguiente no está a la altura de las precedentes de la factoría japonesa. Y es que resulta imposible discernir sobre el filme sin comparar las figuras de Goro y Haya, en este caso se cumple más que nunca aquello que reza “las comparaciones son odiosas”.
La película es una adaptación basada en el tercer libro de la serie Terramar, La costa más lejana, escrita por Ursula K. Le Guin, y cuenta la historia de cómo el mundo dominado por la magia cae en decadencia. Como consecuencia de esto los dragones empiezan a entrar en el reino de los humanos, fenómeno que hará que Ged, reputado mago investigue la causa de este suceso.
Siendo benevolentes y teniendo en cuenta múltiples factores, como son; el debut y la alargada sombra de su padre, podríamos catalogarlo como un producto aceptable y sin grandes alardes, cuidado formalmente (excelente la música que lo acompaña, de hecho es lo único destacable), pero esto es siendo benevolente pues también podemos hablar de una historia débil, que presenta vacíos narrativos y por consiguiente no está a la altura de las precedentes de la factoría japonesa. Y es que resulta imposible discernir sobre el filme sin comparar las figuras de Goro y Haya, en este caso se cumple más que nunca aquello que reza “las comparaciones son odiosas”.
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